domingo, 8 de julio de 2007

INOCENCIA EQUIVOCA


Escuchando un programa radial dedicado a defender y promover el cuidado del medio ambiente y la naturaleza, esperando el almuerzo, recuerdo atónito, lijándome la cabeza,
Como gesto de arrepentimiento, una marcada en la historia de mi infancia. Cuando aquel día después de la ceremonia del aniversario de mi escuela, en el mes del señor de los milagros, el Director de la escuela anuncia que por motivo de la fiesta se realizará un paseo escolar a una zona muy hermosa, muy natural, el Kalacumo, que vista desde mi plantel supone una caminata de quince minutos. Mientras mis compañeros aplaudían tal paseo. Nosotros cuatro muchachos muy entusiastas con el vagabundeo planificamos cazar vizcachas en el cerro, o sea quebrantar la fauna de nuestra tierra. Rolando más relacionado con el campo y la caza, acostumbrado a batir animalitos ordena a Hernán, y Wilber traer instrumentos de hostigamiento para cumplir con nuestra faena dura. Me tocó llevar un palo y fósforos. Todos, con esa consigna nos retiramos a nuestras casas para alistarnos y participar del paseo pero de manera especial. Tal vez por nuestras cabecitas pasaba la idea de recibir alguna felicitación por nuestra travesura.

Al día siguiente vamos vestidos con “ropa de calle” como acostumbrábamos llamar a un día exclusivo en la escuela. El portero toca el pito y empezamos a formarnos en el patio, yo portaba el palo y los fósforos que estaban guardadas en mi mochila, lo primero que pregunta Rolando es ¿trajeron lo que les pedí? Todos alegres, contentos, felices con una sonrisa en la cara, respondimos con señas que sí.

Se empieza a caminar por las pampas en dirección a kalacumo, concentrados en la labor que vamos a desarrollar, poco a poco nos alejamos del grupo finalmente nos separamos, y empezamos a cumplir con nuestro único argumento durante el paseo, vamos de una roca hasta otra roca, por donde pensamos esta oculta alguna vizcacha, no nos importa Kalcumo, seguimos en nuestras correteadas, caídas, miramos el sol y calculamos que era mas del medio día, hasta ese entonces habíamos fracasado en nuestro objetivo, ni una vizcacha en nuestras bolsas, cansados pensamos en darle gusto a nuestros estómagos, nos ubicamos tras una roca que nos pueda ocultar, sacamos de nuestras mochilas diversos alimentos, empezamos a conversar y reprocharnos por nuestra frustración, comimos bien y a modo de pasar el tiempo, Rolando me pide el fósforo y enciende fuego en las chilliwas que silbaban en el atardecer, terminamos de merendar, y la llama inflamada continua con su calcinar, nos paramos tristes por el fracaso y pensamos en reincorporarnos a nuestra sección.

-Nos Vamos, digo, Wilber responde - Si, También Hernán, Rolando medio frustrado alega,- bueno vámonos. Con responsabilidad contrariada reclamo por apagar el fuego.
Rolando piensa y nos convence, -dejémoslo ahí que siga prendido, -Pero rolando, insisto. –No te preocupes que mañana en la mañana se congelará, Recrimina Rolando bueno vámonos entonces coreamos todos. Que torpeza.

Nos unimos al grupo y saludamos a nuestro profesor, regresamos formados con dirección a la escuela en el camino, se vocea que Kalacumo se esta quemando, pero en mi mente pasaba la responsabilidad que tenía por llevar el fósforo pero culpaba a Rolando. Ni modo veníamos pensando que nadie se enteraría que fuimos nosotros, viene Orlando el brigadier general de mi escuela – También eres culpable, Volteo sospechosamente y veo un Kalacumo con la pampa llena de humo y una explanada negra, el profesor grita -llévalo de orejas, el buen brigadier general me dice - déjate llevar, no te resistas que será peor, me conduce hasta la dirección de la escuela, donde nos reúne a los cuatro y el director colérico nos ordena que trajéramos a nuestros apoderados.

Casi llorosos por nuestra culpabilidad, tuvimos que aceptar, realmente una inocencia equivoca, arrepentidos y temerosos por lo que se va a venir. Imagínense, la responsabilidad de haber incendiado una pampa entera cerca de una zona turística, en momentos te preguntabas ahora que hago? Que le digo a mi papá? Un desastre para los habitantes de la comunidad y un desastre en mi conciencia.

Caminando hacia mi casa todos me dirigían la mirada, mis compañeros y vecinos. La vergüenza que sentía era enorme, llego a mi casa, temeroso, se me cruza la idea de avisarle en primera instancia, a mi mamá. Tal como planifico actúo.

En la dirección de la escuela nos esperaba el teniente gobernador de la comunidad donde habíamos cometido nuestra travesura. Comenta lo ocurrido, argumenta que sus alpacas pastaban en la zona incendiada, la responsabilidad nuestra era inmensa, era el alimento cotidiano de una familia. Buf que conciencia.

Gracias a nuestros arrepentimientos pudimos calmar las tensas declaraciones del teniente gobernador. Los cuatros asumimos nuestra culpabilidad, acordamos en retribuir económicamente, sabíamos que no era suficiente, pero era la única salida.

La población entera comentaba del hecho, por un tiempo nuestras historias eran marcadas como niños farsantes e irresponsables, la conciencia nos mataba, jurábamos arrepentidos nunca mas cometer actos de esa naturaleza. Un paseo que terminó en tragedia, Fuimos niños con bastante curiosidad como cualquiera, pero nos equivocamos. Que tal inocencia

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