Cesar Hildebrandt
Ayer, en “El Comercio”, se dio cuenta de una noticia que vuelve a demostrar hasta dónde llega la amnesia voluntaria y el paludismo moral de nosotros los peruanos.
Porque resulta que don Luis Cáceres Velázquez, el hombre que se vendió al Fujimorismo por 20,000 dólares, encabeza una encuesta de intención de voto para la alcaldía de Arequipa.
De modo que este puneño tránsfuga podría volver a manejar, a pesar del hedor de su pasado, la ciudad que siempre se jactó –y con razón- de ser la mayor fuente de rebeldía y dignidad de la historia republicana del Perú. Las líneas que siguen corresponden a la apócrifa y difamatoria biografía que sobre el personaje en cuestión se encontró hace poco en un vertedero de Juliaca).
Basura Cáceres nació en el distrito lacustre de Cacatiti un imaginativo y erróneo 32 de agosto de 1930.Como se verá, se trata de una fecha falsa que, sin embargo, figura en una partida de nacimiento, también falsa, inscrita en un registro inexistente, suscrita por funcionarios que jamás estuvieron en el escalafón público y asentada en un libro de hojas amarillentas sin llenar.
Por eso algunos dicen que B. Cáceres fue, formalmente, un nonato. B. Cáceres ganó su primera licitación pública cuando no había cumplido cuatro años (de LA PRIMERA condena). En efecto, cumplida su primera cadena perpetua y hecha su primera obra pública en Juliaca con la mejor arena que pudo encontrar –la represa se llamó Acho y LA PRIMERA corrida fue ante el primer embalse-, B.
Cáceres, libre porque el alcaide del penal le había firmado, ya muerto de una puñalada, un permiso especial de 14 años, decidió aventurarse con una empresa de resonancias familiares: fundar una banda.La idea le vino cuando aprendió a leer, a la edad de 31 años, los titulares grandes de “Juliaca Informa”, que era un diario de cuatro páginas de información y 24 de publicidad. Un diario, dicho sea de paso, al que B. Cáceres había contribuido decisivamente obteniendo buena parte de su espectacular avisaje.-Ese hombre no me pone un aviso en los últimos dos días –le decía el director, que tío por parte de madre, a B.
Cáceres. Y entonces B. Cáceres iba y hacía, modestamente, lo suyo, que era volar la casa del renuente con unas cuantas granadas y exterminar a la familia pero dejando siempre a un mayor de edad vivo para que continuara firmando los cheques de la publicidad.B. Cáceres hacía eso y más pero siempre preguntaba por qué eran importantes esas hojas con caracteres incomprensibles y por qué daba tanto poder imprimirlas.Hasta que, como decíamos, asistido por un amaestrador de extraordinaria paciencia, pudo articular, murmurándola, su primera frase de lector una mañana tranquila de diciembre. Un mundo nuevo se abrió ante sus ojos de depredador.-¡Carajo! –se dijo a sí mismo-. Así era la cosa. Era un asunto grande.
Entonces, consciente de lo poco que había cobrado por sus servicios de sicariato en masa, B. Cáceres encaró a quien había sido su jefe, es decir el director de “Juliaca Informa”. Como el sujeto no pareció entender la magnitud del reclamo, B. Cáceres le dijo, con absoluta precisión, que estaba allí para cobrarle comisiones atrasadas porque sentía que no había sido bien tratado.-Usted se ha aprovechado de mí –dijo B. Cáceres.El director soltó una risita nerviosa.
Nunca se sabrá si fue la risita o la imposibilidad de pagar tantas moras y sobretasas fijadas de modo tan arbitrario lo que produjo el estallido de ferocidad de B. Cáceres. Lo cierto es que el director de “Juliaca Informa” fue resueltamente ejecutado.Si hemos de ser precisos tendríamos que añadir que para realizar el entierro hubo de hacerse una literal colecta del interfecto, desconsideradamente disperso a causa de 108 machetazos de mayor o menor relevancia.
De resultas de ese trágico incidente –y dado que la viuda y los hijos del troceado hombre de prensa se asilaron en Arica- B. Cáceres se quedó con el periódico y vio cómo todos en Juliaca, el día en que velaban los avos del difunto, le besaban la sortija de oro que le había regalado, poco después de cerrar los ojos para siempre, una de sus víctimas.-Padrino, padrino, mis respetos –le decían.Pero el pueblo le quedaba chico.
Había poco que corregir, casi nadie a quien matar y las mujeres pollerudas empezaban a hartarle.De tal modo que decidió tomar Arequipa.
Original en todo, fue el primer Jesse James de la puna en emplear forajidos montados sobre guanacos. Dando alaridos de espanto y levantando una polvareda de varios kilómetros, los 6,000 bandoleros de B. Cáceres tomaron Arequipa casi sin oposición.Cuando B.
Cáceres decía que iba al asalto de una ciudad no se refería a saquear sus bancos o a ensañarse con las damas de algún lugar encopetado, no. Él tomaba la ciudad y sus asaltos podían durar temporadas enteras –uno de ellos, el de Ilave, duró tres años y medio-.Cuando eso pasaba sus forajidos se instalaban, adquirían puestos públicos, ranchos, inmuebles intestados, viudas a discreción y, en algunas ocasiones, hasta zapatos.-Hemos venido a tomar Arequipa -le dijo B.
Cáceres al alcalde que salió a enfrentársele y que yacía en la tierra dura hecho un colador.-¿No quieres contestarme, no? –preguntó B. Cáceres.Entonces le preguntó al jefe de la guarnición policial, que bamboleaba de la rama de un eucalipto, si ese silencio suyo era aceptación y, como no hubo respuesta, B.
Cáceres decidió que esa ciudad de sillares y súbditos ya era suya.-Robaremos todo lo que podremos y nos iremos cuando nos dé la puta gana –gritó poco después B. Cáceres a la multitud convocada en la Plaza de Armas.La multitud lo vitoreó.-¡Viva Keiko! –rugieron las voces del aimaraje armado.-¡Viva! –gritó B. Cáceres.-¡Viva Kouri! –escopeteó la masa.-¡Viva! –respondió B.
Cáceres. Y añadió:-¡Hemos vuelto, carajo! Esto será como en los años 90.-¡Martín Rivas a Interior! –carraspeó Carlos Raffo disfrazado de danzante de tijeras.-¡A Interior! –lo siguó la muchedumbre.-¡A Lima, a liberar al Chino! –bramó Basura.-¡A Lima! –hizo eco la gente.
domingo, 14 de marzo de 2010
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